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miércoles, 15 de febrero de 2012

Abandonada


Jessey se despertó con la canción Firework, de Katty Perry. Su teléfono no había parado de sonar hasta despertarla por completo. Era Domingo, el único día en que ella podía dormir hasta tarde... y le habían arruinado su plácido sueño. Se preguntó quién la llamaría un domingo a la una de la tarde. Miró el contestador, número desconocido.
-¿Hola?
-Hola, ¿Tu eres Jessey?- la voz había sonado femenina y serena, y recordaba haberla oído en alguna ocasión...
-Sí, ¿quién habla?
-Soy Marian, la doctora de su madre, Eli- al oír su voz Jessey recordó perfectamente quién era, y se preguntó si el apodo "Eli", venía a que le había sucedido algo a su madre, o a que le guardara cariño.
-Le recuerdo, usted es quien la atendía siempre.
-En efecto, y aún lo hago. Ayer por la tarde Eliana ingresó a urgencias luego de sufrir un infarto. Usted es su único pariente vivo del que tenemos conocimiento, por lo que necesitamos que firme unas fórmulas para iniciar con unos tratamientos, ya que le detectamos el Síndrome de Dressler, es necesario que se trate con Corticosteroide o más preferentemente, con AINE. Verá....
-Un momento- la frenó Jessey- no entiendo nada de lo que me está diciendo... ¿Síndrome de Desler... ? ¿AINE...? ¿Coticoseroide...?
-Síndrome de Dressler, no Desler. Es un tipo de pericarditis, que ocurre cuando ha habido un daño al corazón, se produce una inflamación debida a una reacción exagerada del sistema inmunitario en contra del tejido ensangrentado o dañado del corazón luego de un pos-infarto. Hay un dolor relacionado a este trastorno debido al pericardio inflamado con el corazón. Esto se trata con unas pastillas llamadas Antiinflamatorio no esteroideo preferentemente, AINE, o con unas hormonas llamadas Corticoides. Las pastillas se dan con otros tratamientos, necesitamos una autorización de usted, como responsable.
-Bien, ¿cuando debo ir?
-Mañana a ésta misma hora está bien, quédese tranquila, su madre está en buenas manos. Sé de éstas cosas.
"Y no lo dudo, como tampoco no me interesa", pensó Jessey, pero se contuvo a decirlo. no necesitaba pelearse con aquella doctora, iría, firmaría los papeles, y otra vez se olvidaría de su madre, no necesitaba sacar viejos recuerdos a la luz...
-Adiós- Dijo secamente, no le importaba quedar grosera o arisca, como tampoco le importaba el estado de su madre.
-Adiós, que estés bien.
La doctora cortó y Jessey dejó el teléfono en su mesa de luz. Se estiró dentro de la cama, estaba tan cansada que los ojos se le cerraban del sueño, era injusto, estaba acostumbrada a dormir hasta tarde el fin de semana. Ya estaba casi despierta pero la cama se sentía tan cálida y las sábanas tan suaves que decidió seguir durmiendo, después de todo, era su costumbre. Pero en cuanto cerró los ojos un recuerdo le vino de algún lugar de su mente:
-Jessey, ven aquí.- la voz de su madre estaba tan vacía de afecto como siempre.
Ella dejó sus muñecas y se reunió con su madre en la cocina.
-Arma tu valija porque vas a ir a visitar a tu abuela.
¿La abuela? Se extraño Jessey. Jamás había visto a su abuela, ni siquiera había pensado que tenía alguna. Su madre nunca le hablaba de su familia, tampoco de su padre, por quién ella preguntaba tanto. Además no sabía a cual valija se refería, ya que no tenía una, por lo que volvió a su cuarto y tomó su mochila del colegio, pensando que también serviría. Tomó lo poco que tenía de ropa, sus dos muñecas, su oso de felpa con quien dormía, un cuaderno y lápices de colores. Guardo todo apretado en la mochila y volvió junto a su madre.
-Terminé.
-Bien, dámela que la llevo yo.
Reparó en que ésta vez la voz inflexible de Eliana había sonado trémula, y le temblaban ligeramente las manos. Fue a registrar un cajón, y le tendió una pequeña fotografía a Jessey. "Para que no me olvides", susurró su madre...
Jessey abrió los ojos de repente. Apenas recordaba el rostro de su madre en aquél tiempo, e hizo un esfuerzo por no hacerlo. Sacar los viejos recuerdos a la luz hubiera sido volver a aquél sucio y viejo diván, donde lloraría durante una hora que parecía interminable, escuchando hablar a su psicólogo sobre que debía perdonar a mi madre, y seguir adelante... con unas cesiones que apenas alcanzaba a pagar en aquellos momentos. No necesitaba compasión de nadie, pues aquellos que la mostraban susurraban estúpidos "lo siento", que no ayudaban a pagar deudas, a conseguir un trabajo mejor, realmente no lo sentían, sólo lo decían para sentirse mejor con ellos mismos si intentaban ayudar a alguien. La vida era dura y refugiarse en un diván de la sala de un psicólogo no ayudaba a cambiar las cosas, para cambiar las cosas había que salir a la realidad y realizar acciones, en vez de ilustrar todo con palabras. Las palabras poco cambiaban, al contrario que las acciones. Lo mismo hubiese resultado decir que perdonaba a su madre, porque en el fondo, muy en el fondo, seguiría sintiendo lo mismo.
La despreciaba, despreciaba lo que había echo y no quería que le recordaran nada de ella, ni siquiera que poseía su sangre, su material genético. Por ésa razón había dejado de utilizar el título de "madre" o "mamá" para referirse a ella como "Eliana", lo que hacía que cuando se refiriese a ella pareciera una simple conocida en vez de la única familia que tenía.
Refrenó todos los pensamientos en seco. "No me va a hacer nada bien recordar el pasado", se dijo, y luego se levantó de la cama para darse una ducha fría, lo que calmaría sus pensamientos.
No dejaría que su madre se filtrara en sus pensamientos...
Y
Llevaba manejando media hora. ¿Porqué su madre tenía que vivir en el asqueroso pueblo de al lado? Todavía quedaban unos diez o veinte minutos de carretera hasta la entrada de su pueblo natal. Tenía suerte de haber salido de allí...
Otro flashback cruzó por su cabeza...
Ella llendo en el auto prestado del departamento contiguo al suyo. Su madre manejaba, aferrada con ambas manos al volante, su cara inexpresiva de siempre y más tensa que de costumbre.
-¿Ya llegamos?
-Falta poco, la ciudad está a unos minutos más...
-¡Pero estoy cansada y tengo hambre! - se quejó Jessey, no se quejaba muy a menudo, pero este viaje la había tomado por sorpresa, y como había sido algo anormal, siendo tan pequeña suponía que podía comportarse como quisiera.
-Pues debiste haberlo dicho antes de salir.
Eso no dió más pie a discuciones. Jessey sacó su oso de la mochila para mostrarle el camino, "mira", le dijo, "aprende el camino para que podamos visitar a la abuela tanto como queramos luego, así sabremos ir y regresar".

Jessey encendió la radio. Buscó alguna estación por la que pasaran algo de rock. El estruendoso estilo musical haría que se olvidara de sus pensamientos de una vez por todas. No quería recordar a su madre... y no lo haría. Pasó un cartel de "Bienvenidos", lo cual indicaba que ya había entrado al pueblo. Suspiró, a pesar de querer olvidar a su madre no podría, por lo menos no ahora que la vieja necesitaba "atenciones y cuidados". Por ella daba igual, le daba lo mismo que la atosigaran a su madre con pastillas o la dejaran morirse. Las casas y tiendas comenzaron a aparecer en la carretera, ahora tendría que recordar donde estaba el hospital. "¿No era doblando hacia la derecha luego del cine?" Pensó "Tengo que probar, si no le preguntaré al primero que vea". Llegó a la calle principal, el cine estaba en la esquina, puso el guiño y guió al volante para girar...

Su madre giró hacia la izquierda. Luego se detuvo en frente de una casa vieja, pero bonita. Era de ése tipo de casas que Jessey siempre había deseado tener en lugar de su sucio y pequeño departamento en la ciudad. La casa era de un estilo clásico, tenía un cerco de arbustos, una pequeña fuente para aves en la entrada, y un cantero con flores en el medio del jardín. Eliana se apagó el coche, se bajó y le abrió la puerta a ella para que bajara. Tomó su mochila y su oso.
-¿Porqué lo sacaste de adentro?
-Es que quería ver el camino-murmuró Jessey, preguntándose si había hecho algo indebido.
Pero Eliana suspiró y volvió a meter el oso adentro de la mochila. Le colgó la mochila en los hombros, la abrazó con fuerza y le dijo que fuera a llamar a la puerta de la abuela. Jessey se separó de su madre, cruzó el jardín de la casa, subió los escalones y llamó a la puerta. Cuando se volteó para mirar a su madre, ya no estaba, no estaba ni ella ni el coche. En donde habían estado, había unas marcas de ruedas, como cuando un coche arranca rápido.
Jessey volvió a bajar los escalones, a cruzar el jardín, y miró hacia ambos lados de la calle: no había ni rastro de su madre. ¿Alguien se la habría llevado? ¿Habría recibido una llamada urgente de algo que debía atender de inmediato? Jessey no lo sabía, y como no sabía, hizo lo que cualquier niña de su edad podía hacer, comenzó a llorar.
Detrás suyo una luz iluminó la calle. Era que alguien había abierto la puerta de la vieja casa. Una señora la miraba desde el umbral...

Al girar hacia la derecha se encontró el hospital iluminado e inconfundible: tenía un gran letrero rojo que anunciaba lo que era. A su lado una ambulancia pasó a mil, "debía de haber una emergencia en alguna parte", se dijo, pero la verdad era que no le importaba ni tampoco le daba curiosidad, quería partir cuanto antes y alejarse de allí. Aparcó el coche en el estacionamiento público, y fue hasta la entrada. Dentro una joven de ¿20? atendía a los recién llegados. En la sala había gente tosiendo, sonándose la nariz, con lágrimas en los ojos, comiendoce las uñas, tamborileando los dedos contra algo o hablando por teléfono. Incluso había un hombre con una niña que llevaba globos y una tarjeta de esas de "mejórate". Allí debía haber toda clase de historias, tristes, profundas, complejas, de cualquier tipo. Pero a Jessey no le interesaba contarlas, o preguntar por ellas, por lo que se dirigió a la joven enfermera que atendía ni bien la vió.
-Hola, ¿puedo ayudarte en algo? - la chica lucía en su cara una de ésas sonrisas falsas dedicadas a que creas que de verdad quiere ayudarte, Jessey odiaba a la gente falsa.
-De hecho, sí. Me llamó una tal doctora "Marian"...
-Marian, claro, me avisó que esperaba a alguien, usted debe ser Shessey, sientate que yo me comunico con ella.
En realidad lo que quería ella era decirle : " mi nombre es Jessey, no Shessey, y no hace falta que llames a nadie, dí que simplemente no me importa lo que le ocurra a Eliana". Pero claro, no podía hacer eso, sería mucho más rápido acceder a lo que aquella doctora quisiera, y luego largarse de allí. Se sentó donde le dijeron, junto a la niña pequeña de la tarjeta. La pequeña le sonrió y le tendió la tarjeta, para mostrársela, pero Jessey negó con la cabeza.
-Mi mami está enferma- su voz era aguda, como sólo lo puede ser la de una niña-pero se va a mejorar-sonrió-porque le traemos con mi papi unos regalitos que la van a poner muy contenta.
Jessey quería mandarla a callar, pero no le parecía bien hacer eso, asi que probó sonando cortante:
-¿Ah, si? Pues mi madre está igual.
-Seguro que tu mami también se va a alegrar de que viniste a verla.
La niña volvió a sonreír. Jessey no recordaba haber llamado nunca "mami" a Eliana. Máximo había dicho "madre", para luego llamarla por su nombre. La joven enfermera llamó a un tal "Dember", y el hombre de los globos se levantó. La niña lo siguió de la mano, no sin antes voltear para dedicarle otra sonrisa. Jessey no se la devolvió, pero miró como se alejaba por el pasillo. La enfermera nombró su apellido, se acercó junto a ella, iba con una mujer de aspecto cansado.
-¿Jessey? Soy Marian.
La doctora le tendió la mano. Jessey se la estrechó, incómoda.
-Sigame por favor.
Marian la guió por el pasillo. Se veían toda clase de cosas: gente en silla de ruedas, con un caminador, uno muchacho en muletas, varias enfermeras, doctores y doctoras con batas blancas corrriendo de un lado a otro, unos con cara de preocupados, otros alegres. Eran muchas caras expresando distintas emociones a la vez. Pasaron por habitaciones, la mayoría con la puerta cerrada, pero una por la que pasaron Jessey vió a una mujer llorándo tendida al lado de una cama donde reposaba un niño. La mujer prácticamente gritaba en llantos, y por primera vez allí dentro, Jessey sintió ganas de calmarla. Pero no se detuvo, continuó caminando por el pasillo detrás de la doctora Marian. Casi al final, la doctora se detuvo junto a la habitación "64", y abrió la puerta. Dentro había una cama, una mesa, algunos aparatos de hospital, un pequeño televisor, una cortina blanca junto a la cama (Jessey supuso que separaría la cama Eliana de la de otro enfermo), y, sobre la cama, dormía su madre. Jessey entró y se quedó parada frente al pie de la cama de Eliana. La observó atentamente. Si antes no recordaba cómo había sido su madre de joven, ahora lo hizo: su cabello ondulado, largo y de un precioso color caoba ahora era cano, sin brillo y muy corto; su piel, antes lisa y sin impurezas, ahora era arrugada y tenía manchas en ella. No pudo ver sus ojos ya que tenía los párpados cerrados, pero recordó cómo habían sido: de un brillante y profundo color verde, ése, según recordaba ella, era su único parecido físico. Su respiración era dificultosa, y se oía estruendosamente. De pronto Eliana abrió los ojos, y de inmediato los volvió a cerrar: lo que dejó entrever que sus ojos verdes se conservaban como siempre habían sido.
-Puedo ver su parecido-la voz de la doctora Marian la sacó de sus pensamientos-aquí es donde tiene que firmar.
Le entregó un documento con una lapicera, y luego le señaló donde tenía que firmar. Jessey firmó y luego suspiró. Ya estaba, podía irse, y de paso, tranquilizarce. Estaba hecho, ¿pero porqué ella sentía que faltaba algo... más? Le devolvió el documento y lapicera a la doctora.
-Perfecto. Puede retirarla ahora si quiere, pero le recomiende que deje descanzar a Eliana un rato más.
-¿Cómo?
Marian la miró sin comprender, Jessey le devolvió la mirada.
-Quiero decir que pensé que ustedes se harían cargo... ¿no hay donde meterla?
La doctora frunció el seño:- Claro, en un geriátrico, pero pensamos que usted se haría cargo de ella, nosotros no se supone que hagamos ése trabajo, ya que tiene parientes vivos. Para éso era el documento: ahora es responsabilidad suya.
-¿Pero no hay otro pariente..?
-Si lo hay, no lo sabemos. Sus documentos sólo hacían constancia de una hija, y una madre difunta. Nada de esposos, hermanos, abuelos...
-Bien. Creí que serían más profesionales.-argumentó Jessey.
La doctora no pareció darse cuenta de su enfado.

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