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Mis cuentos

En esta página están todos mis escritos. Todas son historias creadas exclusivamente por mí, por favor respeta la imaginación de los demás y no copies nada, además, poseo los derechos de todas y cada una de mis obras. Me gustaría que si comentan pongan que les gusta de cada historia, que le falta, críticas constructivas. Gracias por leerme, 
Luna
Este es uno de los tantos cuentos que hice yo misma desde mi imaginación, la copia parcial o completa de este texto mediante cualquier medio ya sea a mano, electrónico, u otro está estrictamente prohibida por los derechos de copyright, sé 
Mejores Amigasoriginal...
Capítulo uno
Ellas estaban vestidas para ir al mejor club nocturno de la ciudad. Alexa iba con un vestido corto, por arriba de las rodillas y rojo escarlata, de encaje y fina seda, su cabellera negra y ondulada se movía en su espalda, que le llegaba hasta casi la cintura, sus ojos verdes, parecían dos farolas de una sobrenatural luz, resaltados por su oscuro maquillaje. Sheilalucía un vestido turquesa, sin escote e igual de corto que el de Alexa y su cabello rubio ydesmechado, le daba un aire alegre y natural que hacían lucir a sus ojos celestes, ya que había optado por no ponerse maquillaje. Y Charlotte, llevaba un vestido negro que combinaba con sus rulos marrones rojizo, sus labios parecían gruesos con el pinta labios rojo intenso y sus ojos color café, se iluminaban ante tanto brillo. Las tres, agarradas de la mano, hacían resonar los ruidos de los finos tacos aguja en el suelo. Cuando llegaron a la entrada, un chico suplicaba que lo dejaran entrar y, el guardia negaba con la cabeza, repitiéndole que no estaba en la prestigiosa lista.
-¿Cómo le haremos para entrar Alexa?- susurró Sheila, la más tímida de las tres-.
-Déjenmelo a mí.
Ella se acercó al guardia y le dedicó una ardiente sonrisa. Éste se quedó babeando ante la visión de tres hermosas jovencitas y las dejó pasar. Las tres suspiraron, habían pasado la prueba. Estaban a la altura del lugar. La música sonaba fuerte y todos bailaban con su ritmo. Se acercaron a la mesa de tragos y se sentaron a contemplar el lugar, buscaban tres bonitos chicos, uno para cada una.
-¿Y bien? ¿ven algo?- preguntó Alexa-.
-Sí, allá.
Charlotte señaló a un chico de pelo castaño y ojos celestes.
-¿No es impresionante?
-Tienes toda la razón. ¡Me lo pido!- Alexa sonrió-.
Hey! Yo lo  primero.
-Pero no va contigo- se puso pensativa- ¿y aquél de allá?
Señaló a otro chico moreno, estaba bailando con una reluciente sonrisa.
-No está nada mal-contestó Charlotte-.
-Bien, me voy-anunció Alexa-.
-Yo también.
-Un momento, ¿me dejan sola?- murmuró temblorosa Sheila-.
Pero era tarde. Ya no quedaba nadie más que ella en la barra. Tenía miedo. Después de todo no había sido su idea ir allí. Era la menos atractiva de las tres, y no tenía interés en ese lugar. Ni siquiera le gustaba bailar, no sabía si estaba allí porque sus dos únicas amigas la habían convencido o, porque no quería quedarse sola en su casa.
-¿No bailas?
Ella se volteó. Un chico alto, de pelo castaño casi negro, una tez pálida y unos brillantes ojos color plata la miraba. Parecía tratar de adivinar lo que pensaba.
-¿Qué?
-Que si no bailas.
-Yo… no.
Sonrió, tenía una sonrisa brillante, todos sus dientes eran perfectos.
-¿Tampoco vas a beber nada?
-No tomo.
-Bien, ¿te gustaría probar?- sonaba dulce, lo miró a los ojos. Sólo era una copa, algo con un poco de alcohol no la dañaría…-¿y bien?
-Sí.
El chico llamó al mesero:- dos Bloody Marys. Me llamo Aiden.
-Yo soy Sheila.
-Bonito nombre.
-Supongo- levantó los hombros en señal de indiferencia- ¿Tú que haces por aquí?
-Busco víctimas.
-¿Qué?- Sheila se atragantó con la bebida-.
-Chicas.
-Ah, claro.
Él se acercó más a ella. Y susurró algo a su oído. La voz de Aiden parecía calmarla. Los dos salieron afuera. El aire estaba fresco y cargado de humedad, por lo que el vestido de ella se le pegó al cuerpo. Aiden la llevó hasta un callejón oscuro. Por un momento perdieron el contacto de los ojos y Sheila pareció salir de su ensoñación.
-¿Pero qué…?
-Shhtranquilízate y te dolerá menos, y olvídate de esto.
Él la tomó por los hombros y se acercó a su cuello. Sus finos colmillos relucieron mientras crecían a la luz de la luna. Sheila profirió un leve quejido al notar un pinchazo en su cuello, pero luego pareció adormilarse más y más…
Despertó en su cama, con el vestido aún puesto. Miró su reloj, era medianoche. No podía recordar casi nada, todo estaba borroso. Debía ser la resaca. Fue hasta el baño con la intención de mirarse al espejo. No tenía ni un pelo fuera de lugar salvo por…
…salvo por dos puntos rojos en su cuello.
Capítulo dos
Sheila miró su teléfono para comprobar si tenía mensajes o llamadas perdidas. Sólo dos, de sus amigas.
-Charlotte:
Hey! ¿Cómo estuvo anoche? No recibí ni un mensaje tuyo, llámame.
-Alexa:
¿Estas bien? Te vi yéndote con un chico anoche… Llámame.
¿Les diría la verdad? ¿Qué un misterioso chico la mordió? Ninguna iba a creerle a menos… que les mostrara su cuello. Les escribió un mensaje a las dos:
Estoy bien, no se preocupen. Tengo que decirles algo K.
La respuesta de sus amigas llegó en seguida:
-Alexa:
¿Qué ocurre? Estoy con Charlotte, nos vemos en la cafetería J
Se cambió por una minifalda, unas converse negras y una camiseta sencillas. Y luego caminó hacia el café. Las chicas estaban sentadas en una mesa, Alexa tomaba café y Charlotte un late.
-Hola.
-¿Qué es lo que nos querías mostrar?- preguntó Alexa-.
Charlotte en cambio, dijo:- ¿Y qué hay con esa ropa?
Entonces Sheila miró a sus dos amigas, ambas llevaban ropa de las mejores marcas, bien a la moda. Y ella, ni siquiera había visto lo que se ponía.
-Nada- dijo visiblemente molesta- Miren.
Les mostró los dos puntos. Alexa puso cara de sorprendida pero Charlotte estaba aterrorizada.
-¿Qué es…?
-Un vampiro- contestó Alexa-.
Sheila asintió.
-Gracias a Dios se limitó sólo a morderte… ¿pero porqué no te mató?
-No tengo idea.
-¡Chicas! Los vampiros no existen…
-¿No? Dímelo a mí- suspiró Sheila-.
-¿Qué tal si vamos de nuevo esta noche?
-No. Tengo que estudiar.
-Sheila, tenemos que demostrarle a Charlotte que estamos en lo cierto. Y vengarnos de ese desgraciado.
-A mí me parece perfecto.
-Pues a mí no.- Sheila sabía que por dentro, era manos fuerte que sus amigas, aunque demostrara lo contrario- dejémoslo así. Podría matarnos a las tres si regresamos.
-¡Yo insisto! Quiero ver a su supuesto “vampiro”.
-¡Sí! Hasta iremos armadas, como Buffy la caza vampiros.
-¡Vamos! Shei…
-Oh, bien. No digan que les advertí.
Todas murmuraron un >. Fueron al Shopping a comprar ropa nueva. Alexa terminó llevando un vestido verde esmeralda, Charlotte rojo rubí y, Sheila azul eléctrico. Alexa condució su auto hasta la casa de Sheila, les tocaba maquillarse.
-Yo ya estoy, chicas- dijo Sheila, a la que no le gustaba maquillarse-.
-De eso nada- le contestaron Charlotte y Alexa al unísono-.
Le pintaron los labios de un rojo escarlata, le delinearon los ojos y le pusieron una sombra de ojos dorada. Cuando terminaron de alargar sus pestañas, parecían postizas.
-¿Para qué tanto arreglo?
-Tiene que parecer que te arreglaste para verlo, no para matarlo.
-¿Y si no va?
-Debe ir todos los días, para alimentarse.
-Un momento, ¿qué es eso que llevas allí?- Sheila señaló dos estacas y un cuchillo de cocina que tenían escondidos Charlotte y Alexa.
-Planeamos matarlo Sheila, no saludarlo.
Sheila tragó saliva. Sabía que esto iba a terminar mal. Alexa le tendió una estaca, pero la rechazó, por lo que se la dio a Charlotte y dejaron el cuchillo en la casa.
Ya en la fiesta, todas buscaban al misterioso Aiden.
-Debe de estar por aquí.
Sheila vio un breve destello de luz, venía de unos ojos plateados que la observaban. ¿Le diría a sus amigas, o lo dejaría en paz? Aiden había tenido la decencia de dejarla viva, ¿porqué seguir molestándolo? El chico puso una sonrisa en su rostro y se acercó a ella. Sheila caminó en la dirección opuesta, hacia la puerta. Tenía que salir de allí, sus amigas estaban locas. Ella pensó:un momento, ¿dónde están Alexa y Charlotte?.
Se volvió para atrás. El vampiro salía del club para situarse junto a ella.
-Te dije que te olvidaras de esto- le susurró al oído-.
-¿Dónde están mis amigas?
-Sígueme.
Sheila lo siguió hasta el mismo callejón donde él había tomado sus sangre la otra noche. Miró, horrorizada, los dos cuerpos tirados en el suelo. Sus dos mejores amigas, las únicas amigas que tenía estaban muertas. Se le escapó una lágrima.
Aiden la tomó de la mano e hizo que diera media vuelta, para que lo mirase a los ojos. Sus brillantes ojos plateados.
-Ellas iban a matarme, yo sólo hice lo correcto. Ojo por ojo, ¿no crees?- una sonrisa cruel se asomó de sus labios-.
-Eres un asqueroso asesino- le escupió Sheila y luego Salió corriendo hacia su casa-.
Cuando se tumbó en la cama, tuvo terribles pesadillas. En las que veía los cuerpos de sus amigas y unas palabras resonaban en su mente:
“Te dije que te olvidaras de esto.”


Otro de mis cuentos: (este está incompleto)

Mary

Algo me pasa. ¿Qué sentirías si ya no sintieras nada? Dolor, es lo único que sentirías. ¿Si te quitaran todo? No lo material, si no lo que eres. Sigo siendo la misma persona, pero fría, distante. Como si me hubieran robado… mi alma, mi esencia. ¿Entonces que me queda? Nada, nada que importe.

Porque tuve pérdidas importantes. Que sólo dejan paso al dolor, un dolor feo, que te consume por dentro. Lo siento en el pecho, una presión, mezclada con ese gusto amargo en la boca, que da paso a las lágrimas. Ya no soy igual, no soy la misma.

Y es porque me han quitado algo esencial.

Las emociones, se fueron de mi vida. ¿Qué harías tú, si todo eso te pasara? No podrías hacer nada más que pensar y esperar. Ahora mismo, busco las cosas que he perdido, en mi recorrido, espero encontrarlo. Encontrar esa cosa esencial, lo que nos hace sentir vivos y felices. No me falta nada, pero soy yo, la que no siento nada.

Me siento vacía, sin vida, sin propósito. Inútil. ¿Qué hago ahora? Intento salir, ver la belleza en cada una de las pequeñas y grandes cosas del mundo… Pero aunque las vea, ya no las siento. Ya no volveré a ser igual. Como una flor que se ha vuelto gris y marchita, que todo lo ve distante y frío.

Y allí, en el medio de esa oscuridad, las veo. Las luces que guían mi camino, el amor que me acompaña, la felicidad que me embriaga. Y me siento plena, completa. Luego, las luces se tornan en formas, claras y brillantes. Dos chicas, de mi misma edad, me sonríen. Una es más alta que la otra, tiene el cabello corto, castaño, tiene unos ojos oscuros como la madera de los árboles y lleva un vestido blanco perlado, largo hasta el suelo, con volados en la cola y corsé, como si fuera una princesa. La otra, tiene pelo castaño más claro, unos ojos marrones y brillantes, y lleva un vestido dorado y corto por arriba de las rodillas, con strapless y una fina cinta de seda negra atada a la cintura. Ambas brillaban con luz propia, y caí en la cuenta de que las dos llevaban el pelo recogido en un fino rodete con rulos y,  un antifaz y una  máscara.


En cuanto me miré, ví que yo también tenía el pelo de esa forma, pero no llevaba ningún antifaz o máscara. Mi vestido era de un azul oscuro, casi negro y corto. Yo no brillaba, parecía una luz apagada en rodeada de estrellas. De pronto empezaron a aparecer más gente, vestida con ropa de distintas épocas, todos eran disfrazes elegantes. No como de esos que compras, hechos en una fábrica, estos estaban echos a mano. Todos eran finos y delicados. Y todos llevaban máscara o antifaz. Todos menos yo, y nadie iba de algún personaje, simplemente eran personas vestidas con trajes de épocas diferentes, unos con corsé, unos modernos e incluso había quien llevaba un paraguas antiguo o,  una daga o cuchillo.

Yo era la única vestida de negro, la única que no brillaba. Y todos sonreían, me sonreían al verme, contentos con mi presencia, contentos simplemente de estar allí.

Alguien me tocó el hombro, invitándome a dar la vuelta. Era un chico que llevaba un antifaz y me impedía verle la cara, pero con su mano me invitaba a bailar. No espero respuesta, y me tomó de la cadera, bailando conmigo. Un baile lento y armonioso. Mientras bailaba, comencé a mirar a mi alrededor. Me encontraba en una elegante sala, con columnas de mármol, mesas llenas de la mejor comida y bebida, y,  un elegante y sutil candelabro colgaba del techo.  Pronto comencé a relajarme, dejándo que mis preocupaciones y defectos fluyeran. Mi corazón comenzó a latir al ritmo de una suave música de un piano que había comenzado a tocar. Cuando volví a concentrarme en el chico, mire sus ojos, de un celeste frío, como el hielo. Me dejé llevar con la música. Y mi vestido fue pasando del azul oscuro, al dorado perla, del mismo color que toda la gente vestía allí. Empecé a brillar, y una sonrisa surgió de mi rostro. Sentí paz, me sentí llena, y comprendida. Ya no estaba perdida, ya no había un vació negro y frío, formaba parte del grupo, parte de la gente que había allí. Me sentía parte del todo…



Desperté agitada. Estaba cubierta de sudor y parecía que había tenido una pesadilla, ya que mis sábanas estaban a un lado en el suelo, pero no recordaba nada de mi sueño, salvo el sentirme llena, completa, y unos ojos fríos como el invierno mismo. Pero ya no me sentía para nada llena ni completa, de hecho, temblaba, y sentía un frío que me calaba los huesos. Miré mi reloj despertado: 07:40 de la mañana. “¡Oh, mierda!, maldito despertador”, pensé. No me había despertado a tiempo y tan sólo tenía veinte minutos para prepararme. Odiaba tener tan poco tiempo. En mi instituto anterior, no importaba si llegabas unos cuantos minutos tarde, ya que era un internado privado. Cada uno era responsable de sus propias acciones, y lo mejor era que tenías total libertad sobre ti, nada de padres presionándote a que estudiaras, a que te alimentaras bien y controlando cada minuto de tu tiempo. No había que hacer mucho deporte, ni clases difíciles, tan sólo tenías las materias básicas y luego podías elegir un “taller”, como actividad extra-curricular, podías elegir, esgrima, equitación, natación, volley, artística, entre otros, con la única condición de cambiar tu actividad cada trimestre. Yo había hecho natación mi primer trimestre, equitación el segundo, y me habían privado de probar esgrima. No sólo de esgrima: me habían privado de mi antiguo dormitorio, mi única amiga, mi yegua Elena, mis lujos, e incluso de mi padre.

Mi padre, un ciudadano modelo, un ejemplo a seguir, un abogado muy exitoso que había heredado la fortuna de mis abuelos, me fue arrebatado. Le arrebataron su propia vida, tan sólo por conseguir unos cuantos dólares que llevaba en su billetera, junto con una foto mía de bebé, y su tarjeta del banco donde guardábamos todo nuestro dinero. Todo perdido, pero lo que más me había dolido perder había sido a mi padre. Le habían disparado en el pecho unos atracadores de la ciudad, luego lo habían golpeado, y se habían llevado sus cosas. En el funeral, pude ver por última vez su rostro, pero no había sido un rostro digno de mirar, ya que el no seguía con nosotros, y lo que veían mis ojos era tan sólo su cuerpo mal maquillado para borrar sus heridas.

Su muerte nos había obligado a mudarnos, a mi y a mi madre, debido a que con la tarjeta se robaron todo el dinero que guardábamos en el banco. Tuvimos que vender la casa, y mi madre salió a buscar empleo (nunca había trabajado porque la fortuna de mi padre alcanzaba para vivir felices, cómodamente y rodeados de lujos). Mi madre no podía soportar recorrer las mismas calles de la ciudad donde había estado muchísimas veces con su marido, por lo que además de mudarnos de casa nos mudamos de ciudad, a un lejano pueblito, del que nadie había oído hablar.

Todo aquello era una mierda. Mientras me bañaba traté de recordar el rostro de mi padre y una lágrima se mezcló con el agua que salía por la ducha. Traté de pensar en otra cosa, como la asquerosa escuela pública a la que tendría que ir, con sucios casilleros, bancos rayados, horarios inflexibles, alumnos peligrosos, y profesores calificados tan sólo para enseñarles a orugas. Mi nivel de educación era incomparable con aquello, y los días que le segurían a éste serían un lento tormento, iba a cambiar sofisticados “talleres” por  una hora semanal de “Educación Física”, mi dormitorio por una absurda habitación de un pequeño departamento de cuatro ambientes, y a mi mejor amiga junto con mi hermosa yeguita por desconocidos con los que compartiría mis clases. Cerré el grifo de la ducha y me cambié el pijama por unos tenis, un jean, y una camiseta. Bajé las escaleras consiente de que debían ser las 08:00, hora en la que ya debería haber llegado al instituto. Beatriz, mi madre, tomaba su desayuno tranquilamente en la ridícula mesita del pequeño comedor.

-¿No piensas saludar ni desayunar? – preguntó en tono acusador al ver que iba a toda prisa.

-No te metas en mis asuntos- solté secamente, no dejaría que me echara un discurso de madre preocupada después de años de indiferencia. Tomé mi bolso (gracias a Dios había sido lo suficiente cauta como para prepararlo el día anterior) y busqué mis llaves.

-Toma- dijo ella tendiéndome el llavero- mañana procura despertarte temprano, tienes suerte si hoy te dejan entrar al instituto…

Le respondí con un portazo.